miércoles, 7 de noviembre de 2012

TENIA RAZON MIRANDA

¡Bochinche, bochinche!. ¡Esta gente no sabe hacer sino bochinche!. Estas palabras fueron pronunciadas por el Generalísimo Francisco de Miranda en la madrugada del 31 de junio de 1812 luego de recibir a un grupo de oficiales patriotas en el domicilio donde dormía situado en el puerto de la Guaira, de donde partiría en la mañana con destino a Curazao.
Entre aquellos oficiales se hallaban Simón Bolívar, Manuel María Casas y Miguel Peña, quienes deciden arrestar a Miranda al considerarle traidor por capitular ante el jefe realista Domingo Monteverde y planear irse del territorio nacional. Cuando ellos llaman a la puerta del lugar donde dormía, son recibidos por Carlos Soublette, edecán del precursor, quien lo alerta de la presencia de aquellos visitantes. Tras prepararse, Miranda acude a atenderlos y, al reconocer los rostros de los oficiales, Bolívar le informa: Dese preso, General. Al escucharlo y antes de ser apresado por uno de los guardias, Miranda se expresa ante ellos con la frase inicialmente citada.
Aunque no está explícita, hay una razón por la cual Miranda enunció tal afirmación y puede hallarse en las incidencias de la campaña de 1812 donde se trató de salvar a la naciente república. Sin embargo, los esfuerzos fueron en vano, entre otras cosas, gracias a la división de los republicanos, la negativa de sus altos oficiales a seguir las órdenes del Generalísimo, las reservas que los mismos tenían respecto a sus capacidades y los intentos de traición que llegaron a fraguarse en las filas patriotas.
Es decir, Miranda trató de preservar la primera república de la mano de un ejército patriota que más bien parecía una jungla anárquica de tiburones hambrientos que actuaban según su libre albedrío, al tiempo que se desollaban entre sí, trataron de desollar a Miranda y terminaron por entregar la frágil república en manos de los realistas gracias a su incapacidad manifiesta para la guerra.
Ese bochinche en el cual estaba convertida la oficialidad y suboficialidad republicana es el mismo al cual se refiere Miranda en aquella célebre frase y, al hacer dicha exclamación, el precursor definió (quizá sin saberlo) una realidad que ha acompañado a la sociedad venezolana desde aquel entonces, o quizá mucho antes, hasta nuestros días. Los pueblos no muy acostumbrados a la organización están destinados al eterno fracaso por cuanto no asimilarán el espíritu de orden, disciplina y responsabilidad necesario en toda agrupación de individuos reunida bajo una serie de fines comunes, y Venezuela no es la excepción a la regla.
Por ello el gran problema de Venezuela son sus propios habitantes. Vivimos una situación de caos y anarquía en los primeros años de la guerra de emancipación suramericana, y logramos la independencia política porque los jefes patriotas entendieron el mensaje de unión emanado de Bolívar. Pero en la época republicana olvidamos dicho mensaje, y la combinación de terror a la autoridad y desprecio a las leyes, aunada a la herencia del absolutismo monárquico transformada en militarismo y personalismo, nos enrumbó al sendero del caudillismo, las revoluciones (léase guerras civiles) y nuestro desmoronamiento como sociedad.
Ahora, cuando parecía que habíamos superado todo aquello, llega el fantasma de la revolución decimonónica, revestido de principios sin asidero y empleando préstamos ideológicos de doctrinas fracasadas y perjudiciales para el progreso (el marxismo, el fascismo y el nazismo). Un fantasma llamado socialismo del siglo XXI que quiere, no sólo desangrar una nación que otros no desangraron por completo, sino también crear conciencia de caos, de desorden y anarquía para finalmente instalar su reinado representado en la hegemonía de un militarista retrógrado.
Por ello, la histórica frase mirandina nos debe llamar, no sólo a la reflexión, sino aun genuino despertar de conciencia y espíritu nacional. Nuestra situación antecede a un futuro período de anarquía que el actual régimen allana para su beneficio (nada como reinar sobre el caos). Es tiempo de ser proactivos y defender mediante la palabra, el pensamiento y la acción nuestra democracia y libertad, pero si no reaccionamos y, una vez pasado este doloroso capítulo de nuestra existencia como país, no asumimos el ideal de orden y progreso en libertad, estaremos a riesgo de que lo que hoy ocurre se repita en un futuro y no con la izquierda arcaica, sino con la derecha retrógrada. Y puede que así acontezca tomando en cuenta que, a juicio de algunos sociólogos, la gran virtud de los venezolanos es el desorden o, mejor diré, el bochinche.

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